viernes, 12 de agosto de 2011

Encuentro del Ministerio de Reflexión de la Falc (MiReFalc) Lima, 10-12 de agosto

En los días 10-12 de agosto, luego de haber vivido junto a la Custodia de Perú el congreso y la celebración de los 20 años de la muerte-martirio de fray Zbigniew Strzałkowski y fray Miguel Tomaszek se han reunido los integrantes del Ministerio de Reflexión de la Falc (MiReFalc) para discutir sobre una manera de ser frailes menores conventuales en América Latina hoy. Esto para dar una contribución nuestra a la reflexión de la Orden, con vista a la revisión de las Constituciones. Han participado 12 frailes: 5 de Argentina-Uruguay, 2 de Brasil, 2 de Bolivia, 1 de Costa Rica, 1 de Chile y 1 de Venezuela.

Empezamos con un rico compartir e intercambio de opiniones sobre el Congreso en Lima (5-6 de agosto) y la peregrinación a Pariacoto (8-9 de agosto). A este momento participan también el Ministro general, fray Marco Tasca, y el Asistente general para la Falc, fray Jorge Fernandez. Todos estamos de acuerdo que los dos momentos han sido un logro, sobre todo de un punto de vista emocional, pastoral y celebrativo. Tal vez haría falta ahora un discernimiento serio y participativo sobre la herencia del martirio de estos dos hermanos nuestros a nivel de Orden y en el ámbito de la formación, sobretodo en América Latina.

Pasamos después a examinar los artículos-aportes de unos participantes sobre las características para una conventualidad latinoamericana. Los siguientes puntos son fruto de la lectura de los artículos y de los ricos intercambios fraternos.

Emergen estilos de vida franciscana que dependen de las realidades fundadoras, con todo lo que esto conlleva de una cultura trasplantada en estas tierras latinas. El peligro es quedarse con la cultura de los fundadores, por la cual sin embargo es menester pasar, y no con la dinamicidad de un carisma.

Recuperación y valorización de la memoria histórica. Conocer la historia franciscana universal y en AL, tal vez con los criterios hermenéuticos nuevos; conocer y estudiar la presencia franciscana conventual para ver “cómo” se ha vivido y se ha de vivir hoy nuestra identidad en estas tierras latinas. Es importante conjugar el acercamiento diacrónico y sincrónico. Hacer memoria creativa, valorizando otros elementos, como los saberes de los ancestros, no sólo la historia de los conventuales en AL, que es demasiado reciente. La historia, pues, no es el único lugar para entender la conventualidad, ni tampoco lo profético. La matriz carismática de la Orden se debe buscar en diálogo con las matrices culturales cambiantes, a la luz de un discernimiento fraterno evangélico.

El franciscanismo nace en una época de crisis y gran movilidad, con talantes parecidos a los nuestros. El convento fue lugar de producción intelectual y simbólica. El convento tiene su declive cuando se crean las naciones y nacen patrones más estables, por tener poca movilidad. Recupera su auge en los países “nuevos” como son las Américas, que se van formando con una gran movilidad que obliga al diálogo y a la propuesta cultural y vivencial.

Hoy, además de la historia y sociedad, es el mismo cosmos que nos interpela. Es la voz del Espíritu que nos habla. El franciscanismo es movimiento; pues, llamado a vivir en los escenarios del mundo actual: ecología, migrantes, mujeres, pobres, minorías étnicas, etc. Sería un error despegar una reflexión sobre la conventualidad y nuestra identidad del mundo que nos rodea, como algo a parte. Sería un abstractismo dañino y desviante.

Los franciscanos deben tener horizontes abiertos en lo que se refiere a su presencia y significatividad en AL, sin limitarse a un solo modelo de iglesia y de compromiso pastoral. Hermanos que sepan dialogar con culturas distintas y con la misma creación. La interculturalidad se vuelve en la expresión moderna y actual de la itinerancia franciscana. Somos forasteros y peregrinos, nos dice la Biblia y el mismo S. Francisco, tal vez en el sentido de “nómadas”, cuya referencia más que el territorio es lo interior de cada uno.

La interrelación entre hermanos, y con todas las instancias territoriales y cósmicas, en diálogo comunional y enriquecedor, es la manera de vivir nuestro ser frailes conventuales hoy. El convento como espacio de encuentros, instancia humana que elijo para ser franciscano y que no obligatoriamente se identifica con un lugar. Ámbito de reciprocidad afectiva, hecha y expresada en sintonía, no en aceptación puramente ideal del otro distinto de yo. El convento debe de ser espacio de relaciones cálidas y profundas. El peligro actual podría ser la cultura virtual, que desvirtúa el encuentro humano y el sentido concreto de pertenencia a un grupo, el vivir y sentirse en familia. Esto se opone a la actual cultura líquida y de relaciones en red, o la complementa, anclándonos a un territorio y un grupo humano.

Quizás el conventualismo hoy en AL se caracteriza como algo que pertenece al franciscanismo todo; se vive una unidad pastoral y espiritual entre las tres familias franciscanas. Mientras que en Europa se parte normalmente de las diferencias para vivir las características propias. Aunque no se pueden negar diferencias en las maneras concretas e institucionalizadas de vivir las relaciones fraternas en la comunidad y en relación con la autoridad.

De repente no existe una conventualidad latinoamericana. Hay características universales que se deben aplicar, en manera fiel y creativa al carisma del fundador, a las realidades propias de cada área geográfica y ambiente humano. Y América Latina, a nivel social y eclesial, tiene sus características propias, que son retos para encarnar nuestra identidad conventual aquí.

Hay tres tipos de presencias por zonas: urbanas, rurales o pequeños pueblos, misioneros junto a presencias indígenas. Hay modelos pastorales: parroquiales, educativos y otros ministerios (medios de comunicación, etc.). El gran problema de AL que puede impedir el cambio, es que estamos determinados por unas estructuras que nos comprometen histórico culturalmente. Al mismo tiempo, estamos condicionados por necesidades económicas que a veces nos llevan a buscar compromisos más rentables, visibles y fáciles, que franciscanas. Importante es la formación, para adquirir categorías evangélicas y franciscanas a la hora de tomar decisiones sobre presencias y obras.

El núcleo fundamental de nuestra identidad franciscana no es fijo sino abierto y dinámico: una fraternidad que discierne, es evangélica, nómada material y espiritualmente. El discernimiento establece el vínculo de la fraternidad con el Espíritu. El capítulo conventual juega en este sentido un papel fundamental.

La conventualidad es un modo de ser franciscanos, expresando la minoridad en un lugar espacio abierto; es relacionalidad cultural abierta que no nos distingue de las demás familias franciscanas, porque es algo incluyente, que nos une y pertenece por esto al carisma mismo del fundador. Tal vez las dos características de la conventualidad son: dinámica fraterna interna, y diálogo permanente con la cultura y el mundo, que nos lleva a reinventarnos permanentemente. Esto nos lleva a acercarnos a los demás sin prejuicios sino con libre humildad, para conocer, hacerse involucrar y enriquecerse mutuamente.

En resumidas cuentas, tal vez el aporte propio de AL podría ser el siguiente. No se puede definir la conventualidad con una concreción histórica determinada, como algo a reproducir en el tiempo, sino más bien como algo dinámico, en devenir. La Orden no como “orden”, sino como espacio “caótico” que impulse a una búsqueda continua, fiel y creativa; espacio abierto al diálogo ad intra y ad extra. Tal vez el “orden” ha sido concebido por unas instancias culturales cartesianas de dominio de la realidad, hoy día en crisis. Haría falta favorecer un “desorden o fractalidad interior”, una creatividad en la búsqueda y en la vivencia. A parecer nuestro, todo el mundo está convencido de esto; sin embargo hay resistencias interiores, miedos para asumir este nuevo estilo de conventualidad. De repente, las casas de formación en común podrían favorecer el vehicular estos nuevos modelos y anhelos, para un camino latinoamericano de presencia franciscana menor conventual.

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SALUDOS DE BIENVENIDA

¡Paz y Bien! Queridos Hermanos les saludo muy cordialmente.
fr. Darío